lunes, 16 de febrero de 2009

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Vamos en excursión a una de las minas del Sumaj Orko, el Cerro Rico de Potosí. La mina de zinc a la que entramos es cooperativa, por lo tanto los trabajadores perciben un poco más de sueldo durante su vida laboral (que los trabajadores en las minas estatales), pero al jubilarse no reciben más dinero ni tiene obra social. Nos guían dos chicos de 16años, uno se llama Alvaro y trabaja para terminar el secundario. Nos hacen pasar por un lugar en donde nos proveen de traje, botas de goma, un casco con luz y nos hacen comprar coca y gaseosas para los trabajadores, como regalo. En nuestro contingente va una japonesa que se agrega cosas de seguridad como un barbijo, un pañuelo que le cubre la parte del cuello que el traje le libra a la intemperie y guantes de dentista. Pero los mineros de esa mina no saben lo que es el barbijo, ni el traje. Y la excursión no está hecha para que veamos los minerales, todo se parece mucho a una historieta de Fontanarrosa en que los turistas le sacan fotos al gaucho, y dicen: que bonito! que raro! que sabe hacer? ladra?
Los mineros de esa mina son la mayoría niños (de hecho hay un sindicato de niños mineros en Potosí), y se jubilan a los 25 años, el mayor porcentaje de tuberculosis u otras enfermedades pulmonares. Los que están relativamente cerca de la boca pueden salir a la superficie al mediodía, pero no alcanzan a almorzar, solo a renovar la coca. Casi todos toman alcohol puro para poder subsistir el día ahí dentro, física y emocionalmente.
Los mineros potosinos son supersticiosos.Ahí dentro no trabajan mujeres porque la Pacha se pone celosa y traen así la mala suerte.
Dice Alvaro, que de toda la gente que es religiosa en Potosí, hay un gran porcentaje de politeístas, esos son los mineros: afuera de la mina le rezan a Dios, adentro, le oran al Tío, o Tiu, que es el diablo. Dentro de cada mina hay una estatua que lo representa. Lo miro, está en una grutita oscura y genera respeto. Dicen que lo hicieron a semejanza de los españoles, por los cuernos y los ojos exaltados de la codicia por las riquezas. Pero nos explican que el Tío está representando al minero mismo: la mejilla sobresalida como cobijando la coca, un miembro viril enorme como imagen de la fertilidad del minero (tienen promedio entre 9 y 12 hijos)y los músculos marcados, por la rudeza del trabajo.
Le dejamos unos cigarros prendidos y unas hojitas de coca al Tío y nos vamos afuera. Llueve mucho,tanta agua, en contraste con la japonesita que empieza a desguazar de a poco su prolija estructura de indumentaria.





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